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NADIE HACE DE MARCHI MEJOR QUE MARCHI

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Marchi camina rápido. En una hora y cuarto tiene que salir corriendo para llegar a dar sus cursos de rock. Es por eso que no hay tiempo de preliminares. Entramos al bar y vamos directo a una mesa alejada. Se prende la grabadora. Mozo, dos cafés.

MOCK: Es medio raro el periodismo de rock, ¿no?
Sergio Marchi: No sé si es raro, es una hoguera de las vanidades. Hay mucho ego. Yo aprendí un poco con Charly que el ego lo tenés que manejar, pero que si no te imponés un poco te pasan por arriba.

M: ¿Te parece que el periodismo de rock está igual ahora que cuando empezaste?
SM: Cuando yo empecé, esto era una aldea.

M: Por eso te pregunto. Ahora, con internet cualquiera busca información en 15 minutos y te habla de una banda.
SM: Yo mismo uso internet. Antes me sabía todo de memoria, pero pasa tanta agua bajo el puente que ya no se puede…

M: Es verdad que hoy en día es imposible escuchar todo lo que sale.
SM: No se puede, y hay discos que salen gratis, eh. Por eso mismo pienso que el periodista debería ser el tipo que te oriente con toda esa maraña de información. Pero la verdad es que no sé hacia dónde va el periodismo de rock. Lo que sí creo es que le hace falta un sentido crítico.

M: ¿Sólo al periodismo, o a la música también?
SM: Los críticos de música están para criticar a los músicos, y no veo que en el periodismo de rock haya mucha crítica. Es más como me decía Luca Prodan: “Rascar espaldas: yo rasco donde te pica, vos me rascás donde me pica, y juntos vamos a la discoteca”. Es textual de Luca.

M: Creo que ahí hay una diferencia: en otra época, el periodista y el músico tenían otra relación.
SM: Es verdad lo que decís, se ha incrementado la distancia entre el periodista y el músico. También porque antes al rock sólo accedían los medios de rock. De repente los diarios empezaron a incorporar al rock, sobre todo en la época en la salieron el suplemento “Si” y el “No”, y estos diarios no pensaron al rock con su lógica, sino que lo pensaron con la lógica del periodismo de espectáculos chimentero. Entonces te mandaban a hacerle una nota a Fito Paez y te pedían que le preguntes por Cecila Roth, y ésas son cosas que no nos interesan a los periodistas de rock. Si bien los chismeríos siempre son divertidos, no es por eso que nos dedicamos al rock. Nos vimos obligados a convivir, por lo menos los de mi generación, con esto. Entonces, comenzó a ser más barato un becario que un buen periodista, y eso creo que bajó mucho el nivel de las publicaciones en general.

M: ¿Eso no tiene que ver un poco con la expansión del medio y la gran cantidad de bandas que salen?
SM: El problema es que tenemos muchas bandas pero no tenemos público. Algunos quieren ser productores, músicos, periodistas, y en muchos casos quieren ser dos o tres cosas a la vez, pero público raso no hay. Gente que lea, que vaya al show. Si todos hacen bandas… Yo entiendo que todo el mundo tiene derecho a ser estrella de rock, pero no todo el mundo puede jugar en primera, y muchas veces a ésos que no tienen talento, algunos periodistas que son amigos les dicen: “No, lo que pasa es que no te comprenden”, y los hacen parecer como si fuesen las grandes promesas del rock.

M: Como si fuesen Syd Barret.
SM: Y sí. Todos somos Syd Barret con un par de copas encima.

M: Hablando con colegas sobre tu libro (Room service) llegamos a la conclusión de que hoy en día ya casi no quedan estrellas de rock, al menos nuevas estrellas. Alguien que sea sucesor de las viejas estrellas como García.
SM: Está la lógica de que la gente de tu generación quiere que la gente de mi generación se jubile, y no nos vamos a ir nunca. Charly dice que es un fucking dinosaurio, pero que nadie lo va a sacar de su casa. La nueva generación tendrá que pelar un talento mejor que el nuestro para desbancarnos, tanto periodistas como músicos. Mirá, yo conozco dos versiones de por qué un músico le pegó a otro. La primera es que un músico entra y le dice al otro que no le gusta su cara; resultado final: piña en la cara. La segunda es que el músico entra y le pregunta al otro cuándo se va a jubilar para darle paso a las nuevas generaciones; resultado final: piña en la cara. Digo, cuando uno es joven quiere que los demás se corran, pero cuando uno es viejo dice: “Yo me gané este lugar. A ver, yo también sé usar internet, pero ¿vos sabés cual es el mejor disco de Zeppelin? ¿Sabés por qué es el mejor? ¿Qué sabés vos que yo no sé?”.

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M: ¿Creés que los periodistas ya ni se juegan al analizar una banda? ¿Es todo tan rápido que el análisis pasa de largo?
SM: Yo no sé si falta análisis, sí creo que falta crítica. Yo trato de transmitirle a los pibes que estudian conmigo que ‘descompongan’ la música. Un buen periodista tiene que saber diferenciar una buena banda.

M: Y lograr la capacidad de argumento.
SM: Eso es clave. Si vos no tenés un argumento sólido, no podés criticar. Muchas veces no criticás porque el que está del otro lado es amigo tuyo, y vos querés que le vaya bien. Y ése me parece que es el problema que tienen los periodistas. Hay mucho amigo. Yo me hacía amigo de los músicos porque les decía la verdad, y a muchos no les gustó, pero entendían que yo no los criticaba con mala leche. Siempre me cuidé de ser respetuoso y no ofender.

M: ¿Aún cuando recién empezabas?
SM: Es que los músicos fueron muy generosos conmigo. Eduardo (de la Puente) y yo no éramos nadie y teníamos una revistita, pero no sabés cómo nos apoyaron los músicos. Conseguimos llegar a Lerner por medio de un conocido, y para nosotros era como entrevistar a Elton John. Los músicos vieron que era una revista humilde pero que estaba bien hecha, que había ingenio, buena onda, y enseguida nos abrieron las puertas Porchetto, Miguel Cantilo, David Lebón, Spinetta, Pappo, Aznar, Mestre, todos grosos.

M: ¿Hoy es posible armar ese tipo de revista con ese tipo de llegada, sabiendo que se puede tardar años en armar una nota con Calamaro, por ejemplo?
SM: Mirá, podés tardar años, pero porque Calamaro se tiene que cuidar. Si la mayoría de los periodistas quiere saber si la Breque le hace un pete toda la noche o no. Yo con Calamaro quiero hablar de canciones, quiero hablar de música, quiero escucharlo. A mí Calamaro me grabó dos cassettes de 90′ con música de Tom Waits una noche, sin que se lo pidiera, y todavía los tengo. Fue en una entrevista que hicimos con Alfredo Rosso, y después cayó Symms. Ni Calamaro era lo que es hoy, ni yo era un periodista conocido. Yo extraño eso.

M: ¿La mística? Eran todos grosos ahí
SM: No es la mística, es la relación humana. A ver, yo a vos no te conozco; me pedís una nota, nos juntamos a tomar un café y charlamos de igual a igual. Es ese contacto humano. A mí lo que más me gustaba con Charly era hablar de música y me cagaba de risa. Nos divertíamos. Lo que pasa es que ahora el rock es un negocio mucho más grande que entonces, y la prensa tiene que jugar para el negocio. Y si no juega para el negocio, no sirve.

M: ¿Y en qué momento hay que diferenciar el negocio del trabajo de cada uno?
SM: El periodismo tiene que hacer su trabajo. Ellos tienen su negocio y nosotros tenemos el nuestro, y el trabajo del periodismo, hasta donde yo supe y hasta donde quiero saber, es la verdad. Con eso he ganado un montón de enemigos también.

M: ¿Hace mucho que no ves a Charly?
SM: Cuatro, cinco años… No sé muy bien.

M: El Charly de hace cuatro años es muy distinto al de hoy…
SM: No sé si es muy distinto. Para mí, Charly sigue siendo el mismo. O sea, puede estar más gordo, más flaco, más o menos medicado, pero Charly es siempre el mismo. Obviamente que me gustaría que tal vez fuese el Charly que sacó discos que me volaron la peluca. A ver, si lo hacen McCartney o Jagger, ¿por qué Charly no lo va a poder hacer? Sí lo puede hacer. Lo que pasa es que hay una cuestión de confianza de él en él mismo, que me parece que perdió, y ésa es una hipótesis. O más que una hipótesis, es una conjetura que no puedo confirmar porque no lo veo. Pero creo que Charly tiene que salir. Viste el tema de él que dice: “¿Por qué te quedas en vía muerta? No sé por qué vas hacia ese lugar donde todos han descarrilado”. Él lo cantó. Me acuerdo que siempre decía que las minas se peleaban con él y siempre le decían por qué no se escuchaba a sí mismo. Ésa es una gran verdad. Con la obra de Charly cualquiera podría hacerse millonario, menos él. Yo quisiera verlo como una auténtica estrella de rock, nadando en dólares, con su vejez asegurada.

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M: ¿No la tiene?
SM: Mmm… no sé, me gustaría que la tuviera. Me gustaría verlo bien. Yo lo veo muy guardado. No sé bien cómo siguió su vida después de que nos dejamos de ver, pero me gustaría verlo sacando nuevos discos, y me parece bien que rescate su obra, pero fijate Dylan: sigue sacando nuevos discos y tiene 70 años. Pero justamente, como tiene 70 años, nadie hace mejor Dylan que él.

M: Pero García es una máquina de reinventarse. No puede hacer lo mismo que hacía hace 20 años, como Dylan…
SM: Sí, pero ¿hace cuánto que no tiene una reinvención?

M: Para mí, lo último novedoso de García fueInfluencia”.
SM: Sí, en “Influencia” tuvo destellos de genio. García es un genio, es todo lo que puedo decir. Pero me gustaría verlo mejor de lo que se lo ve en televisión. También veo cuando le hacen una nota que él todavía tiene una capacidad de reflexión intacta, que tiene a veces ideas muy piolas, y veo que no tiene interlocutores.

M: ¿No se está cuidando un poco Charly en eso, en ver con quién habla? Porque vos bien sabés que si le hacés una buena entrevista podés sacar cosas fabulosas.
SM: Sí, pero tenés que entender a Charly, trabajar con él, llevarlo para algún lado en el que se pueda lucir.

M: García es nuestro ícono de rock. El día que no esté, ¿cómo ves que queda la escena?
SM: Me parece que hay zapatos que los usa el dueño y no los puede usar nadie más. Esto lo cuento en el libro con Freddy Mercury. Se murió, le hicieron un tributo y subieron a cantar todos, la crême de la crême, y el único que pudo calzarse los zapatos y caminar decentemente fue George Michael, que no venía del palo del rock. ¿Daltrey? Daba lástima… Bowie y Lennox se la bancaron; Metallica haciendo Queen, no pasa nada… Y otro montón de músicos que estuvieron ahí, que dieron lástima en serio. Entonces digo que no tenemos que buscar alguien que llene el hueco de Charly García. Ese hueco va a estar. El rock va a funcionar sin García, como funciona sin Spinetta. No existe músico capaz de llenar esos zapatos. El mundo no se paró porque murió Elvis.

M: Con “Room service” te metiste en un montón de conflictos y mitos. ¿Cómo estudiaste todo eso?
SM: Los mitos del rock existen, pero cuando empezás a preguntarte cosas como “¿De qué murió Hendrix? ¿De sobredosis? ¿Sobredosis de qué?”, ahí vez que hay preguntas sin responder.

M: ¿Cómo elegiste las historias puntuales de este libro?
SM: Las fui eligiendo pensando en las estrellas más grandes de las historia del rock: Keith Richards tiene que estar, Keith Moon tiene que estar, Lennon tiene que estar. Quería saber historias, preguntar. ¿Cuál fue el período más zarpado de Lennon y por qué?

M: California
SM: California, claro, y después una etapa en New York. Todo el tiempo estuvo sin Yoko al lado. Entonces ahí podes hacer la revisión histórica y ver cuál es tu fuente. Empezás a escuchar diferentes relatos y testigos, y te das cuenta de que la verdad está siempre a medio camino. Yoko no era una hija de puta que tenía un plan macabro para privar al mundo de los Beatles, ni era una pobre japonesa a la que todo el mundo se le puso en contra por su color amarillo. Los seres humanos tenemos actitudes buenas y malas, y juzgar a todos con esa lupa hace que los mitos puedan llegar a dilucidarse. Entonces volvemos a reconstruir, pero con toda la información. Es periodismo, investigar. Una mezcla de periodismo de rock con un poco de investigación a lo Chiche Gelblung.

M: ¿Hay alguna de las historias del libro que te costó mucho?
SM: Freddie Mercury. Hay mucho misterio sobre su enfermedad, donde apareció, cómo, etc. Para saber eso tuve que hablar con médicos. Es un libro muy científico. Parece de ciencia ficción, pero es muy científico.

M: Se nota que le das mucha bola a los detalles. Por ejemplo, a saber qué barbitúrico tomó uno, qué droga otro, qué enfermedad puntual tuvo, etc.
SM: Sí, porque realmente te das cuenta que el papel de las drogas nunca fue abordado seriamente. Nick Drake tomaba antidepresivos, y me pregunto: ¿qué es un barbitúrico? Un ansiolítico no es. Los barbitúricos generan un efecto muy duro… Entonces por ahí no es tan descabellado que el tipo haya tenido una crisis, pero sí es descabellado que los camilleros que llevaron a Hendrix al hospital lo hicieron con la cabeza de Jimi colgando para atrás. ¡Esos tipos tienen que estar presos! Cualquiera sabe que al tipo lo pones de costado y si vomita, vomita para el costado. El tipo muere ahogado en su vómito, igual que John Bonham. En el caso de Bonham, lo pusieron a dormir la mona y no pensaron que el tipo se iba a morir. ¡Pero se había tomado cuarenta medidas de vodka! Una cosa es tomar un par de copas, y otra muy distinta es ir directo a buscar la sobredosis. A Bon Scott le pasó lo mismo: lo encontraron frío en un auto, porque el tipo no se podía bajar del pedo que tenía.

M: ¿Dejaste muchas cosas afuera?
SM: Un capitulo de Elton John que perdí; uno de Paul McCartney porque me parecía una pelotudez, que era sobre la falsa muerte, pero me pareció tan trillado que lo saqué; y uno sobre el rock nacional, que lo voy a usar para otra cosa.

M: ¿Hay mucho mito del rock de acá?
SM: Creo que ya los agoté. Las historias más divertidas son las de García y varias de las de Pappo. Creo que con esos libros ya agoté los mitos de acá. Si no, tengo que ponerme a escarbar a ver si hay mierda de Paez, Calamaro, el Indio. De Luca ya hay un libro y hay otro que está en preparación. A mí Luca me gustaba más por el tipo que era y por lo que pensaba de la música, que por las borracheras que se podía llegar a agarrar. Eso no tenía mucha gracia. Sí me parecían más interesantes las anécdotas que lo pintaban como persona. El exceso es simplemente eso, es una cuestión de medidas. Petinatto hizo dos libros bárbaros sobre Sumo. El rock nacional tiene un montón de historias para contar, pero no son precisamente historias de excesos, son más bien historias de vida. Hay mucha gente con gran talento que se perdió en la bebida o la droga porque no tuvo cómo desarrollar su carrera porque no había lugar para ellos.

M: O tal vez no tuvieron la prensa necesaria. Hoy escucho Color Humano y me parece espectacular lo que hace Edelmiro Molinari.
SM: Edelmiro tendría que estar acá, tocando, haciendo shows

M: ¿Por qué creés que ese tipo de bandas no son conocidas?
SM: Acá existe mucho ninguneo, y a toda una generación de rockeros los ningunearon. Muchos que nunca laburaron con mentalidad comercial y nunca llegaron a la gente. También es verdad que a los músicos se los trató muy mal. Este es un país que en vez de reconocer todo el talento que tiene, está todo el tiempo atrás de la última novedad, la última pavada. Yo creo que hay mucha injusticia con los tipos que han sido grandes y que en algunos casos se han tenido que ir. Santaolalla se tuvo que ir, y ahora es “el tipo que ganó el Oscar para la Argentina”.

M: ¿Es peor que se tengan que ir o que se queden en el olvido? Claudio Gabis es palabras mayores, y quedó en el olvido
SM: Gabis supo encontrar su lugar, se dedicó a la enseñanza. Pero sí, a mi me gustaría que Claudio toque. Con todo el conocimiento que tiene, ¿sabés la cantidad de músicos que germinarían? Cuando le preguntaron a Richards qué quería que diga su lápida, él respondió: “He pass it on”. Quería decir que dejó conocimiento, transmitir conocimiento. Eso es también un poco lo que intento en los cursos de periodismo: tratar de darles herramientas a los chicos para que diferencien las bandas buenas de las malas. Eso extraño, la capacidad de aprender de la música, y hoy en día no sé a dónde va. Pero repito, creo que le falta crítica.

M: Muchas veces uno genera admiración hacia la estrella de rock. ¿Crees que esa misma admiración muchas veces dificulta la crítica?
SM: Sí, pero cuando hacés una crítica estás solo en tu casa escuchando el disco. Eso no debería pasar. Hay que criticar con altura, no agarrarse de modo personal. Para hablar mal, hay que hacerlo con argumentos.

M: ¿Que te pasó cuando entrevistaste a Cobain?
SM: La pregunta que le tenía que hacer era por qué no había tocado “Smell like teen spirit”. Me respondió que el público no se lo merecía, porque se comportaron como unos salvajes y, ¿sabes qué? Tenía razón, y que se jodan. ¿Por qué le tiraron cosas a Calamity Jane? ¿Por qué tenemos que convertirnos en lo que la TV nos vende, que son las tribunas de fútbol?

M: ¿Pensás que la futbolización del rock fue lo que llevó a Cromañón?
SM: Sí.

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M: ¿Pensás que hay alguna forma de cambiarlo?
SM: Mirá, por lo pronto quedó instalado que la bengala es mala idea. Pero también ves pibes que dicen que la bengala es parte del folklore del rock and roll, y no hay nada más triste que un rockero apelando al folklore para prender petardos. Si el rock llegó a eso es porque tocamos un piso muy bajo, y recuperarlo va a llevar décadas.

M: Siempre me llamó la atención el fenómeno Solari.
SM: Solari es otra cosa. A mí no me gustó cuando avaló la bengala y dijo que era rock. El rock no es eso, y él lo sabe mejor que nadie. Él conoce el rock como contracultura.

M: ¿Te contó Pappo por qué se separó Riff?
SM: No me lo contó Pappo, me lo contaron todos.

M: ¿Tan violenta era la escena de Riff?
SM: Lo que pasa es que se desmadró. En Ferro se fue todo de mambo, y eso te lo cuentan todos. También era el primer festival de rock después de la dictadura, y la gente pensó que porque estaba en democracia podía ir y pegarle a la cana. Y si ésa es tu idea de democracia, es que la dictadura te comió el cerebro.

M: ¿El público puede destruir una buena obra?
SM: Y una buena banda, preguntale a los Redondos.

M: ¿A los Redondos los separó el público?
SM: No, yo creo que se separaron por una cuestión que no está clara, y ese secreto va a morir con ellos. Pero creo que gran parte del tema es que no podían manejar al público.

M: ¿Se puede manejar semejante cantidad de gente?
SM: No, no se puede manejar.

M: ¿Y cuál es la responsabilidad del músico cuando lleva tanta gente?
SM: La responsabilidad es alertar, cuidar y orientar. No es lo mismo Daffunchio diciendo que si prenden una puta bengala se suspende el show, que Fontanet diciendo: “¿Se van a portar bien?”. Hay una diferencia. En un punto creo que Solari tiene mucho coraje al convocar a tanta gente, y creo que también por esa cantidad de gente es que toca tan poco. Pero creo que si él tocara dos shows por mes no habría tanta movilización. Yo no sé si a él eso le gusta, o es el único modo que se le ocurre de hacerlo. El Indio siempre es interesante.

M: ¿No te parece que el mito de Solari ya es tan grande, que ya no importa lo que haga o diga, que siempre va a sonar interesante o alguien lo va a interpretar de alguna manera para que así parezca? ¿No es el mito de Solari el que lleva cien mil personas, más allá de la música?
SM: No creo que sea el mito de Solari, creo que es el mito de Patricio Rey.

M: ¿Entonces por qué a Skay no le pasa?
SM: Porque la gente decidió que Patricio Rey es Solari. Los discos de Skay son buenísimos. Por ahí Skay la pasa mejor que el Indio, porque tiene más libertad. No creo que el Indio haya buscado la fama que tiene.

M: ¿Por qué pensás que con Pappo se dio un poco el fenómeno al revés, que a Pappo se lo reconoció después de su muerte?
SM: No sé, Pappo en realidad tendría que haber estado llenando estadios. El público es muy raro. Pappo era un ídolo más en los ’70 y ’80 que en los ’90 y los 2000. Creo que el público bajó mucho el nivel, y eso tiene que ver con la educación y con cómo bajó el nivel de vida en el país. Creo que eso viene desde la dictadura. Nosotros fuimos uno de los países más desarrollados en cuanto al rock, y ahora no lo somos. ¿Qué pasó? Mucho pasó. Cromañón fue posible porque existía una banda como Callejeros, que más allá de juzgarlos humanamente, musicalmente eran muy pobres. ¿Y por qué pegaban tanto? ¿Qué representaban? No eran Patricio Rey, y sin embargo iban rumbo a eso. No sé, es un fenómeno que a mí me supera. Callejeros es una banda con un mensaje social muy resentido, “ése es un cheto de mierda”, etc. ¡Pará, flaco! Andá a saber si es un tipo que está ahí porque laburó o simplemente le gusta vestirse bien.

M: Como Vitico.
SM: Vitico es un capo.

La charla termina de golpe al ver que se nos había pasado el tiempo, y Sergio sale corriendo para no llegar tarde (aún más tarde) a sus dar sus cursos. Me voy satisfecho, pensando en que tal vez, algún día, continuemos la charla.

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